Canal Rosa Mari
28-07-2009
Cuando estás en un nivel donde dominas la mente, no tiene tanto interés lo que diga mucha gente. Los hechos acontecidos han tenido su función y han quedado grabados donde nada se borró.
La historia ha presentado lo que ha dado valor, los hechos no son perfectos porque mucho se cambió, interpretando pasajes a lo que más resultó.
La mujer aquel entonces no se le daba valor, era creíble tan sólo en círculos de protección, donde el hombre que era sabio y docto en su formación, sabía que lo femenino era de gran esplendor. Eran tan sólo unos pocos siguiendo la tradición interpretaban señales y a la vez revelación, tenían conocimientos de una gran selección, se transmitían las claves para el estudio de unión y asistían las mujeres en centros de formación que se llevaba oculto y era la iniciación, los ritos eran hermosos pues había intuición, entre todos emitían los cantos de elevación, donde tenían señales y amaban esa unión. Recordaban su pasado y también la encarnación siendo una hermosa familia con dones de sanación.
Aunque ha pasado el tiempo y mucho se ha desvirtuado, el interior marca el proceso donde la verdad ha quedado, lo externo son sólo teorías la dualidad lo ha pactado. La verdad sobre María muchos lo han desvelado, su Amor era tan profundo que transformaba los pasos, todo aquel que la oía se quedaba admirado, la fuerza de lo femenino, era el impulso tomado. Con tanta sensibilidad hablaba de lo divino con toda naturalidad, expresaba lo sentido y ya entonces decía que alcanzar la verdad era mirarse a sí mismo y no a otro lugar, no hablaba de culpables sino de Amor verdadero, de la unidad de las cosas y del dolor que es pasajero, como formas alteradas de tropezar con lo externo. No mostraba sentimientos de sentirse diferentes, cada uno era único pero unido a la Fuente. Sabía que el cuerpo era el templo de lo sagrado, todo era bendecido y lo elevaba a su paso, todo era un encuentro con lo que se amaba tanto. Practicaban el conocimiento de todo lo revelado, la intuición era un compendio del mejor libro sagrado y podías entregarlo, sus páginas no eran escritas se trasmitían sus pasos.
Así es como María con aquel grupo de hermanos eran una gran familia y con Jesús se encontraron, uniendo su formación es como hicieron milagros, cambiando las mentes y el corazón fue tocado, el Amor era evidente en aquel grupo de humanos.
Amada María Magdalena, tú tiempo, tu época, se han dicho muchas cosas quizás muchas inciertas y no se ha sabido ver tu verdadera grandeza. Pero eso no ha importado porque tu vida fue fresca, tu visión estaba llena de poder abrir las puertas, a corazones errados que caminaban en penas, de sufrimientos injustos y verdaderas miserias. Tu luz era reconfortante y muy pocos te entendían, cómo escuchar la mujer si apenas tenía valía en un mundo de arrogantes con sus formas de hombría. Mujer tan llena de Amor que tu mente comprendía que el verdadero perdón era lo que te pedían y tu forma singular hacía verles sabiamente que lo mejor era amar, no odiar inútilmente.
No con palabras vacías te dirigías a ellos, tu forma de ver la vida no alimentaba complejos.
Mujer, esposa, madre y amiga, aunque hubo impedimentos supiste amar la vida y comprendiste a Jesús sus palabras las sentías muy en el fondo de ti, cómo no hacerlo si el Amor os unía. Cómo poder separar aquella gran empatía, cómo no ver natural la misión que os unía.
La historia ha presentado lo que ha dado valor, los hechos no son perfectos porque mucho se cambió, interpretando pasajes a lo que más resultó.
La mujer aquel entonces no se le daba valor, era creíble tan sólo en círculos de protección, donde el hombre que era sabio y docto en su formación, sabía que lo femenino era de gran esplendor. Eran tan sólo unos pocos siguiendo la tradición interpretaban señales y a la vez revelación, tenían conocimientos de una gran selección, se transmitían las claves para el estudio de unión y asistían las mujeres en centros de formación que se llevaba oculto y era la iniciación, los ritos eran hermosos pues había intuición, entre todos emitían los cantos de elevación, donde tenían señales y amaban esa unión. Recordaban su pasado y también la encarnación siendo una hermosa familia con dones de sanación.
Aunque ha pasado el tiempo y mucho se ha desvirtuado, el interior marca el proceso donde la verdad ha quedado, lo externo son sólo teorías la dualidad lo ha pactado. La verdad sobre María muchos lo han desvelado, su Amor era tan profundo que transformaba los pasos, todo aquel que la oía se quedaba admirado, la fuerza de lo femenino, era el impulso tomado. Con tanta sensibilidad hablaba de lo divino con toda naturalidad, expresaba lo sentido y ya entonces decía que alcanzar la verdad era mirarse a sí mismo y no a otro lugar, no hablaba de culpables sino de Amor verdadero, de la unidad de las cosas y del dolor que es pasajero, como formas alteradas de tropezar con lo externo. No mostraba sentimientos de sentirse diferentes, cada uno era único pero unido a la Fuente. Sabía que el cuerpo era el templo de lo sagrado, todo era bendecido y lo elevaba a su paso, todo era un encuentro con lo que se amaba tanto. Practicaban el conocimiento de todo lo revelado, la intuición era un compendio del mejor libro sagrado y podías entregarlo, sus páginas no eran escritas se trasmitían sus pasos.
Así es como María con aquel grupo de hermanos eran una gran familia y con Jesús se encontraron, uniendo su formación es como hicieron milagros, cambiando las mentes y el corazón fue tocado, el Amor era evidente en aquel grupo de humanos.
Amada María Magdalena, tú tiempo, tu época, se han dicho muchas cosas quizás muchas inciertas y no se ha sabido ver tu verdadera grandeza. Pero eso no ha importado porque tu vida fue fresca, tu visión estaba llena de poder abrir las puertas, a corazones errados que caminaban en penas, de sufrimientos injustos y verdaderas miserias. Tu luz era reconfortante y muy pocos te entendían, cómo escuchar la mujer si apenas tenía valía en un mundo de arrogantes con sus formas de hombría. Mujer tan llena de Amor que tu mente comprendía que el verdadero perdón era lo que te pedían y tu forma singular hacía verles sabiamente que lo mejor era amar, no odiar inútilmente.
No con palabras vacías te dirigías a ellos, tu forma de ver la vida no alimentaba complejos.
Mujer, esposa, madre y amiga, aunque hubo impedimentos supiste amar la vida y comprendiste a Jesús sus palabras las sentías muy en el fondo de ti, cómo no hacerlo si el Amor os unía. Cómo poder separar aquella gran empatía, cómo no ver natural la misión que os unía.
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